Aunque este año coincide con el día de los enamorados, este 14 de febrero comienza para los cofrades la etapa final de una de las esperas más largas, la Cuaresma.
Es tiempo de penitencia, de reflexión y de ayuno. Tiempo de confesiones y de prepararnos para la Semana Santa. Tiempo de ir a misa, de rezar y de demostrar nuestra cristiandad convirtiéndonos en el Evangelio. Es tiempo más que nunca, de creer en Dios y reafirmar nuestra fe.
Para los cofrades va mucho más allá. Es el comienzo de una nueva era en nuestro año litúrgico. Es el fin de lo que parece una interminable espera hasta volver a oler el incienso que desprende La Paz por el Parque cada Domingo de Ramos. Es el principio del sentido de las hermandades. Es el fin de la tristeza y el comienzo de la alegría. Es el principio del fin, que llega cada Semana Santa. Para nosotros, vivir la cuaresma es sentir el roce de las bambalinas con los varales, el ruido de las zapatillas y el golpe de los llamadores mucho más cerca. Para nosotros, la cuaresma son esos cuatro o seis ciriales que anuncian la llegada de un paso, que es la Semana Santa. Es el bacalao que anuncia el último tramo de una larga espera cada Madrugá en Triana. Es la Esperanza de ver temblar esas marquillas del pecho de la Señora al son de Pasan los Campanilleros. Es oler ese incienso que se consume lentamente, pero que deja ese olor que señala el inicio de la semana más importante.
Es tiempo de desempolvar las túnicas y planchar las capas. Tiempo de preparar costales y ajustarse la faja. Tiempo de decir "esto está aquí ya". Tiempo de quemar la más dulce fragancia para un cofrade y dejar que su aroma se mezcle entre el floreciente azahar. Es tiempo de sacar la chaqueta cada fin de semana y combinar la corbata para visitar los besamanos. Es tiempo de juntas, cabildos y organizaciones de cara a todo lo que está por venir. Tiempo de andar con prisas porque la túnica ya le está chica al niño y hay que cambiársela antes de Semana Santa. Tiempo de interminables conversaciones y de planes para verlas todas, aunque al final siempre se verán las mismas y en el mismo sitio que el año pasado. Tiempo de comer torrijas en familia y sentir que se acerca la gloria. Tiempo de volver a sentir más que nunca la pasión de ser cofrade.
Se acerca la semana más importante en la vida de un cofrade. Se acerca el tiempo de reflexión y de creer. De cogerse de la mano y rezar a un mismo padre y a una misma madre, mientras, a la luz de los cirios discurren por el interior de la catedral a escasos metros de tus ojos. Se acerca el momento en el que estar más cerca de María y de Jesús que nunca. De tener el honor de besar su mano y pensar en que dentro de poco podrás acompañarlos cada Martes Santo, de ver esa entrada y temblar junto a tus hermanos para que el palio no choque contra los dientes de la puerta. El momento de ver a tu cofradía por su barrio, de emocionarte con el mecer de las bambalinas y de vivir una nueva Semana Santa. Se acerca el momento de entender nuestro papel en la Iglesia y de pedir por los más necesitados. El momento de estar junto a ellos, tus titulares y de vivir la pasión con más orgullo que nunca.
Se acercan buenos momentos para nosotros, cofrades. Se viene un nuevo año cargado de palios, misterios, azahar, Domingo de Ramos, costaleros, nazarenos, túnicas, cirios y ciriales. Se acercan días de palermos, acólitos, mantos, claveles, rosas, lirios, hachones y candelabros de cola. Se acercan días de palio, de barrio y de cofradía. Tiempo de vivir la Pasión y de compartirla. Días de domingos callejeando y sentir de nuevo el olor de las flores, el olor del incienso, el calor del gentío, el calor de los barrios, las tardes de sol y la primavera. Porque Sevilla en primavera se vuelve de las cofradía. Porque se acercan días de ilusión y de espera, por ver de nuevo al Señor de Sevilla por la Plaza del Museo; o a los Panaderos revirar en el Salvador camino de nuevo hacia Orfila. Se acerca el fin de una larga espera. 40 días de cuaresma. 40 días de espera que saben ya a 40 días de Gloria...
Es tiempo de penitencia, de reflexión y de ayuno. Tiempo de confesiones y de prepararnos para la Semana Santa. Tiempo de ir a misa, de rezar y de demostrar nuestra cristiandad convirtiéndonos en el Evangelio. Es tiempo más que nunca, de creer en Dios y reafirmar nuestra fe.
Salida de la Cruz de Guía de la Hermandad de la Paz | Pasión en Sevilla |
Para los cofrades va mucho más allá. Es el comienzo de una nueva era en nuestro año litúrgico. Es el fin de lo que parece una interminable espera hasta volver a oler el incienso que desprende La Paz por el Parque cada Domingo de Ramos. Es el principio del sentido de las hermandades. Es el fin de la tristeza y el comienzo de la alegría. Es el principio del fin, que llega cada Semana Santa. Para nosotros, vivir la cuaresma es sentir el roce de las bambalinas con los varales, el ruido de las zapatillas y el golpe de los llamadores mucho más cerca. Para nosotros, la cuaresma son esos cuatro o seis ciriales que anuncian la llegada de un paso, que es la Semana Santa. Es el bacalao que anuncia el último tramo de una larga espera cada Madrugá en Triana. Es la Esperanza de ver temblar esas marquillas del pecho de la Señora al son de Pasan los Campanilleros. Es oler ese incienso que se consume lentamente, pero que deja ese olor que señala el inicio de la semana más importante.
Es tiempo de desempolvar las túnicas y planchar las capas. Tiempo de preparar costales y ajustarse la faja. Tiempo de decir "esto está aquí ya". Tiempo de quemar la más dulce fragancia para un cofrade y dejar que su aroma se mezcle entre el floreciente azahar. Es tiempo de sacar la chaqueta cada fin de semana y combinar la corbata para visitar los besamanos. Es tiempo de juntas, cabildos y organizaciones de cara a todo lo que está por venir. Tiempo de andar con prisas porque la túnica ya le está chica al niño y hay que cambiársela antes de Semana Santa. Tiempo de interminables conversaciones y de planes para verlas todas, aunque al final siempre se verán las mismas y en el mismo sitio que el año pasado. Tiempo de comer torrijas en familia y sentir que se acerca la gloria. Tiempo de volver a sentir más que nunca la pasión de ser cofrade.
Se acerca la semana más importante en la vida de un cofrade. Se acerca el tiempo de reflexión y de creer. De cogerse de la mano y rezar a un mismo padre y a una misma madre, mientras, a la luz de los cirios discurren por el interior de la catedral a escasos metros de tus ojos. Se acerca el momento en el que estar más cerca de María y de Jesús que nunca. De tener el honor de besar su mano y pensar en que dentro de poco podrás acompañarlos cada Martes Santo, de ver esa entrada y temblar junto a tus hermanos para que el palio no choque contra los dientes de la puerta. El momento de ver a tu cofradía por su barrio, de emocionarte con el mecer de las bambalinas y de vivir una nueva Semana Santa. Se acerca el momento de entender nuestro papel en la Iglesia y de pedir por los más necesitados. El momento de estar junto a ellos, tus titulares y de vivir la pasión con más orgullo que nunca.
Se acercan buenos momentos para nosotros, cofrades. Se viene un nuevo año cargado de palios, misterios, azahar, Domingo de Ramos, costaleros, nazarenos, túnicas, cirios y ciriales. Se acercan días de palermos, acólitos, mantos, claveles, rosas, lirios, hachones y candelabros de cola. Se acercan días de palio, de barrio y de cofradía. Tiempo de vivir la Pasión y de compartirla. Días de domingos callejeando y sentir de nuevo el olor de las flores, el olor del incienso, el calor del gentío, el calor de los barrios, las tardes de sol y la primavera. Porque Sevilla en primavera se vuelve de las cofradía. Porque se acercan días de ilusión y de espera, por ver de nuevo al Señor de Sevilla por la Plaza del Museo; o a los Panaderos revirar en el Salvador camino de nuevo hacia Orfila. Se acerca el fin de una larga espera. 40 días de cuaresma. 40 días de espera que saben ya a 40 días de Gloria...
Juan Martín Rguez.
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