20 Años y dos días, desde que Sevilla viviera la última de sus grandes Coronaciones. La última, a su más querida Reina, la Macarena. 20 años y dos días más tarde, fue el turno de la Reina de Triana.
Aquel 2 de Junio de 1984 por muchos fue recordado como el día de la Reina de Triana, el día donde se impartía justicia y las dos grandes Señoras sevillanas quedaban marcadas en la historia de la ciudad con una coronación.
Todo empezaba días antes en Santa Ana, la catedral de Triana y sede fundacional de la Hermandad trianera, donde la más marinera
de las Esperanzas celebró su triduo preparatorio estrenando un manto bordado de su color, aunque no fue allí donde la vimos coronarse de Reina, sino al otro lado del río, donde lo hacía su homóloga de detrás del arco. Sevilla y Triana habían esperado este día 20 años y 2 días, en los que en España todo había cambiado. Habíamos pasado de una dictadura a una democracia sin pasar por guerra y hacía apenas unos años de aquel Golpe de Estado del 23 de febrero. El cardenal Bueno Monreal acababa de sufrir hacía dos años un ictus, al que sobrevivió. Volvía a triunfar la Esperanza.
Una auténtica muchedumbre acompañó a la Esperanza el día 1 de junio de 1984 en su camino de ida a la Catedral. Una locura de fieles, devotos, trianeros venidos desde barrios más lejanos, y de toda la Sevilla cofrade que se alegraba porque, al fin, la Virgen de la Esperanza iba a ser coronada. Se sucedían las calles abarrotadas en una Triana engalana, un barrio del Arenal que esperaba a su Esperanza y una Catedral con dos Arzobispos que habían hecho posible el sueño. La Esperanza ya estaba en Sevilla, y ni la lluvia quiso perderse lo que el Santo Padre desde Roma dictaminaba: que Nuestra Señora de la Esperanza iba a ser coronada.
Un día después, en la Santa Catedral de Sevilla, el arzobispo colocó sobre la cabeza de la Virgen, la más gloriosa de las coronas, reafirmando así el popular título de la dolorosa trianera, que se convertía en la Esperanza, Reina de Triana. Aquel día fue un completo jolgorio en la ciudad. Fueron doce horas en las que la lluvia quiso respetar la alegría de un barrio que veía a su Virgen al fin coronada, y una ciudad que compartió con Triana a su Esperanza. Rodeada de los miles de fieles y devotos que quisieron acompañarla, visitaba la Casa Consistorial, donde fue recibida por el Alcalde y la Corporación Municipal, quienes también habían hecho posible la Coronación. A partir de ahí, en una algarabía constante, sólo existió la Esperanza. El Puente engalanado para un acontecimiento único hasta entonces. Aquel barrio aún no terminaba de creer que el sueño de todos sus vecinos se había hecho realidad. Triana y su Esperanza se habían coronado.
Pasadas las 10 de la mañana del 3 de junio, después de unas jornadas inolvidables y de 12 horas de un regreso que pasaría a la historia cofrade de Sevilla, el capataz Juan Borrero mandó arriar el paso de la Santísima Virgen en la Capilla de los Marineros. Sevilla, que estaba adormecida y ausente, despertó con la Esperanza, con quien es Faro, Luz y Guía, Timón y Ancla.
Aquel 2 de Junio de 1984 por muchos fue recordado como el día de la Reina de Triana, el día donde se impartía justicia y las dos grandes Señoras sevillanas quedaban marcadas en la historia de la ciudad con una coronación.
Todo empezaba días antes en Santa Ana, la catedral de Triana y sede fundacional de la Hermandad trianera, donde la más marinera
La Virgen en Santa Ana | Hdad. Esperanza de Triana |
Una auténtica muchedumbre acompañó a la Esperanza el día 1 de junio de 1984 en su camino de ida a la Catedral. Una locura de fieles, devotos, trianeros venidos desde barrios más lejanos, y de toda la Sevilla cofrade que se alegraba porque, al fin, la Virgen de la Esperanza iba a ser coronada. Se sucedían las calles abarrotadas en una Triana engalana, un barrio del Arenal que esperaba a su Esperanza y una Catedral con dos Arzobispos que habían hecho posible el sueño. La Esperanza ya estaba en Sevilla, y ni la lluvia quiso perderse lo que el Santo Padre desde Roma dictaminaba: que Nuestra Señora de la Esperanza iba a ser coronada.
Un día después, en la Santa Catedral de Sevilla, el arzobispo colocó sobre la cabeza de la Virgen, la más gloriosa de las coronas, reafirmando así el popular título de la dolorosa trianera, que se convertía en la Esperanza, Reina de Triana. Aquel día fue un completo jolgorio en la ciudad. Fueron doce horas en las que la lluvia quiso respetar la alegría de un barrio que veía a su Virgen al fin coronada, y una ciudad que compartió con Triana a su Esperanza. Rodeada de los miles de fieles y devotos que quisieron acompañarla, visitaba la Casa Consistorial, donde fue recibida por el Alcalde y la Corporación Municipal, quienes también habían hecho posible la Coronación. A partir de ahí, en una algarabía constante, sólo existió la Esperanza. El Puente engalanado para un acontecimiento único hasta entonces. Aquel barrio aún no terminaba de creer que el sueño de todos sus vecinos se había hecho realidad. Triana y su Esperanza se habían coronado.
Pasadas las 10 de la mañana del 3 de junio, después de unas jornadas inolvidables y de 12 horas de un regreso que pasaría a la historia cofrade de Sevilla, el capataz Juan Borrero mandó arriar el paso de la Santísima Virgen en la Capilla de los Marineros. Sevilla, que estaba adormecida y ausente, despertó con la Esperanza, con quien es Faro, Luz y Guía, Timón y Ancla.
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